Para reírse o para echarse a llorar. La mini reflexión del compañero en jefe aparecida en el diario “Granma” del lunes 18 de junio, es una muestra de lo irreflexivo, irresponsable y metido en todo, que puede resultar el visionario de los proyectos fracasados y los experimentos paranoicos.
Ahora solo falta que la “genial” idea de cultivar plantas exóticas, sea secundada por algún cachanchán pseudocientífico que pretenda venderla como la solución milagrosa para el hambre y el desempleo en Cuba.
La morera, planta de cuyas hojas se alimenta el gusano que produce la seda, es originaria del continente Asiático. China y Japón son los mayores productores de este tejido, con una cultura de siglos dedicados al cultivo de la planta y la cría de los preciados y voraces animalitos, ciertamente su desarrollo de los últimos años no ha dependido de ellos.
En todos estos siglos, los chinos han padecido un hambre atroz sin que la seda les haya servido de nada, como no sea convertirse en esclavos de los capitalistas nacionales en los inmensos talleres donde trabajan hacinados, en jornadas maratónicas y bajo condiciones de vida infrahumanas, con independencia de la edad o sexo como bien señala el compañero en jefe, para al final recibir un salario de miseria que apenas les da para subsistir.
De la tal moringa poco se sabe en realidad, como no sea la reminiscencia de alguna palabra conocida. Pero ya el comandante está convencido de que es una fuente inagotable de carne, leche y huevo al igual que lo fueron en épocas pasadas la pangola y el gudzú. Del maíz, la papa y la caña de azúcar es mejor ni hablar.
Quizás no esté lejano el día en que se publiquen las virtudes alimentarias y medicinales del cannabis índico, y se aconseje su cultivo en solares yermos, tierras ociosas y macetas, en medio de una alegría desbordante, serían olvidadas el hambre y demás necesidades, y el nuevo rubro exportable daría un respiro a las agotadas arcas del Banco Nacional.
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