Los gobiernos totalitarios o aspirantes a serlo en América Latina, se niegan a considerar los derechos civiles y políticos como algo importante para la existencia del ser humano. Consideran que el derecho al trabajo, a la educación y a la salud son suficientes de por sí para la consecución de la felicidad y por ende, los derechos de reunión, asociación, expresión, comunicación y elección de los gobernantes, son inventos de los explotadores para sabotear los logros de las masas otrora explotadas y ahora dueñas de su destino.
Es un hecho que las oligarquías latinoamericanas tradicionales se olvidaron de las necesidades más perentorias de los pobres. Durante siglos, y como herencia de un pasado hispano y caudillista, los dueños de la política eran los dueños de las tierras, esto los hizo divorciarse de analfabetos y pobres que siempre han sido mayoría aunque sin conciencia de ello.
Las ideas marxistas, cargadas de promesas populistas, cayeron en terreno fértil. En unos cuantos años y con bajo costo, se han alfabetizado millones de indígenas y otros marginados, se han repartido tierras y toneladas de esperanza. Para nada son contrapuestos los logros en cuanto a educación y salud, y el derecho de ese mismo pueblo ahora alfabetizado, a disentir, reunirse, asociarse o expresarse.
Entonces, ¿porqué ciertos gobiernos quieren denunciar la Carta Interamericana de Derechos Civiles y Políticos, la cual no se opone a la educación pública, ni a la entrega de tierras a campesinos sin sustento, ni a la asistencia médica gratuita o la protección del medio ambiente, porqué el gobierno cubano no ratifica los Pactos sobre Derechos Civiles, Políticos y Económicos?
Reaparecen en estos nuevos caudillos las pretensiones hegemónicas que históricamente han lastrado las democracias de esta parte del mundo, esta vez escudados en un nacionalismo socialista con geopolítica y todo. Los Castro, Chávez y comparsa no se sienten cómodos ante la crítica, el cuestionamiento público de su gestión les sabe mal. Su objetivo; mantenerse en el poder a toda costa mientras dejan caer algunas migajas de salud y educación.
Al final, la vocación oligarca se impone y a los males del capitalismo se suman todos los del socialismo, a las conocidas diferencias sociales se agregan la improductividad, la falta de motivación, una burocracia corrupta, la falta de libertades civiles y políticas y el estancamiento económico.
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