PD
La economía de mercado, uno de los dos elementos
fundamentales que identifican a los países prósperos, es, según los
socialistas, lo peor que le ha podido ocurrir a la humanidad después del
infierno, si este existiera. La economía de mercado es acusada de traer el
hambre, las enfermedades y el analfabetismo a los pueblos; de la contaminación
del medio ambiente y el calentamiento global, del empobrecimiento de los suelos
y la desaparición de especies animales.
Con tal historial, es de suponer que a
nadie se le ocurriría abrazar la economía de mercado como sistema económico,
pero sin embargo ocurre todo lo contrario, cada vez son más los países que se
valen de la vilipendiada economía para enfrentar los graves problemas de
hambrunas, epidemias y desastres naturales que asolan la humanidad.
Sino, cómo puede explicarse que los países
de economía estatal planificada y centralizada, pidan a gritos a compañías privadas
que inviertan en sus países socialistas y atrasados, para tener acceso a las
tecnologías y métodos de dirección más modernos provenientes del mundo
capitalista; o que los gobiernos que dicen construir un nuevo modelo de
socialismo, tengan buen cuidado de no estatizar las empresas que sostienen su
economía. Cuando por error lo hacen, inmediatamente comienzan a sentirse los
efectos en los fogones de la población.
Los casos de la extinta Unión Soviética, el
campo socialista europeo, China y Vietnam,
son ejemplos fehacientes de que el camino más largo para llegar al
capitalismo es el socialismo. Sin embargo, los líderes socialistas insisten con
tozudez en que las relaciones que se
establecen entre el Estado como único empleador y el obrero, son las más justas,
aunque el resultado sea menos producción, menos calidad, menos salario real y
menos libertad.
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