Publicado por Diario De Cuba
En los años sesenta
estudiaba como becado en el Instituto Tecnológico de Química Mártires de Girón
ubicada en el Municipio Playa. Cada año los estudiantes participábamos de la
zafra azucarera en tierras camagüeyanas
como cortadores de caña durante el tiempo que durara la cosecha. Al ser distinguido
como estudiante, machetero, deportista y en fin, el joven integral modelo de
hombre nuevo creado por la Revolución, fui elegido para integrar las filas de
la Unión de Jóvenes Comunistas. Por ese entonces tendría alrededor de 16 años
de edad y aproximadamente un año y algo más duró en mi poder el carnet de la
UJC, fui separado seis meses (nunca regresé) de la organización nada menos que
por ser liberal, lo cual en ese entonces me pareció una acusación ofensiva e
injusta entre otras cosas porque no tenía la menor idea de lo que era ser un
liberal.
Supuse entonces que tenía
algo que ver con mi tendencia a hacer o decir lo que me pareciera en el momento
y lugar escogido por mí. Confieso que en muchas ocasiones esto me ha traído
problemas y durante años no lo podía explicar hasta que descubrí algo muy
sencillo, vivo casi desde que nací bajo dictaduras, y las dictaduras enseñan a
las personas a no decir lo que piensan ni hacer lo que quisieran.
También les enseñan a ser
intolerantes, y la conjunción de ambas enseñanzas me enfrenta en este momento a
un dilema; los partidarios del régimen, a pesar de que ahora hablan de
aperturas y reformas, ven mi candidatura a delegado del Poder Popular como un
acto liberal que rompe con los usos y costumbres establecidos tras décadas de
sumisión absoluta. Mientras, muchos opositores al gobierno, aunque parezca paradójico,
coinciden en lo esencial con los del bando contrario pero por distintas razones:
aquellos no quieren que cambie nada, estos no creen que nada vaya a cambiar. Es
el matrimonio perfecto del inmovilismo con la resignación.
Para unos y otros tengo
argumentos simples pero sumamente importantes; en la Circunscripción donde vivo
por ejemplo, son vistos diariamente algunos ancianos buscando alimentos en los
latones de basura. Son los llamados “buzos” que con la cantidad de restaurantes
existentes en la zona es una vergüenza que se vean obligados a buscarse el
sustento de manera tan humillante y antihigiénica, sin que ningún Delegado del
Poder Popular ni militante del Núcleo Zonal del Partido Comunista haya buscado
la colaboración de la administración de esos centros donde a diario se arroja
comida a la basura o se destina la sobra a los planes porcinos estatales y
particulares. Los comedores públicos habilitados para atender casos sociales y
que por no disponer de recursos ofertan un menú de lágrimas, podrían servir
como destino de estas donaciones.
Otro fenómeno social que
sufre la indolencia de los llamados “factores” (PCC, CDR, FMC, Poder Popular, etc.), es el de
las familias ocupantes de las edificaciones en estado inhabitable o casi, los
que por ser personas de bajos recursos y no disponer de dos fiadores o codeudores
solidarios con más de cinco mil pesos en el banco, quedan excluidos de la
obtención de créditos para reparar sus viviendas.
Si los partidarios del no
cambio pueden lograr que estos cubanos necesitados, resuelvan sus problemas
humanitarios sin la intervención de un intruso, felicidades, seguiré en mis
actividades habituales. Si los opositores al régimen pueden, desde afuera y
ninguneados, ser oídos para que el gobierno resuelva algún problema de la
comunidad, que bueno.
Por mi parte, estoy
convencido de que si un no comunista logra hacerse oír con plenos derechos en
la Asamblea Municipal del Poder Popular de Plaza de la Revolución, los otros
dejaremos de ser invisibles para la mayoría de los cubanos y para el mundo. En
el probable caso de que ningún no comunista elegido por sus vecinos lograra
pasar al siguiente escalón, de todos modos ya se envió un mensaje claro a la dictadura, el pueblo pide
cambios y está perdiendo el miedo.