Publicado por Diario De Cuba
En agosto del presente
año se cumplen setenta años de la publicación de Rebelión en la Granja o Granja
Animal, obra del escritor inglés George Orwell. Por su actualidad aplicada al
realismo político cubano, se hace referencia a la misma.
Un país, como una granja,
debe ser dirigido de acuerdo a ciertos valores y principios universales, entre
ellos el principio de responsabilidad individual del gobernante. Como
gobernante de todos los cubanos, lo queramos o no, Raúl Castro debería
mostrarse más responsable; digo esto no solo porque se le pague un salario al
que debe responder, sino porque él no fue designado para dirigir unos miles de
militantes del Partido Comunista, ni siquiera a la mayor parte del pueblo
cubano si lo fuera, el dictador cubano fue designado para dirigir a la
totalidad de la población del país, comunistas y no comunistas, castristas y
anticastristas, socialistas y liberales.
Para cumplir esa
encomienda, el general y sus lugar tenientes deberían en primer lugar dejar de
perseguir y encarcelar a las personas que no les son afines y de paso, no utilizar
los improperios, acusaciones y descalificaciones que conforman su discurso cuando
se refieren a los opositores y disidentes cubanos e incluso a los que sin
declararse opuestos al régimen, alguna que otra vez dejan oír su desacuerdo con
la política oficial.
Un gobierno que practica
una política de exclusión no es un buen gobierno. Si los microempresarios o cuentapropistas
son acosados y exprimidos con impuestos y prohibiciones insoportables al ser considerados
pichones de capitalistas que aspiran a cambiar el sistema económico; las
personas que van a la Sección de Intereses de los Estados Unidos para acceder
al servicio de internet o recibir cursos de computación o idioma Ingles son mercenarios
al servicio del imperio norteamericano; y así sucesivamente todos y cada uno de
los cubanos que no demuestran una sumisión absoluta al régimen como corresponde
a un buen súbdito, son considerados enemigos, quiere esto decir en primer
lugar, que el gobierno no está seguro de sus propias fuerzas, es un gobierno
débil que no confía en el pueblo y por esa razón no le permite expresarse.
Sin embargo, la
experiencia demuestra que los que más daño han hecho al país en todos estos
años, han sido precisamente los fieles acatadores de las orientaciones venidas
de arriba, la gente de confianza del régimen, los revolucionarios a carta
cabal, antimperialistas y fidelistas hasta la muerte que nunca ponen objeción a una tarea del partido por
absurda que sea.
Cada vez que uno de esos “revolucionarios”
participa en un mitin de repudio está votando por los maestros que venden los
exámenes, por el mal estado de los hospitales llenos de moscas y cucarachas y
escasos de médicos, por los mercados vacíos y la carne de cerdo a cuarenta
pesos la libra, por el transporte público colapsado, la basura que no se recoge
y las adolescentes ejerciendo la prostitución en las calles. Cada marcha,
desfile, concentración, movilización, acto de reafirmación y otras actividades
político-culturales, es una negación al desarrollo del país, al bienestar de
sus hijos y a la seguridad de los ancianos. Cada voto unánime de los Diputados
de la Asamblea Nacional no es un voto por un sistema social enigmático y
utópico, es un voto por la doble moral, la corrupción y el inmovilismo.
Si al gobernante cubano
le interesara, debería entender que los que más lo aplauden hoy pueden ser los
traidores de mañana, no sería la primera vez, en tanto que sus críticos más
ácidos son los que en realidad desean lo mejor para Cuba. Un bote con un solo
remo gira en círculos, es necesario un remo del otro lado para que el bote
avance.
Pero mantener el poder
parece ser el objetivo único de Raúl Castro, si es así, entonces se justifica
su total renuencia a reconocer y sostener conversaciones serias con los
opositores políticos y la sociedad civil independiente. Que prefiera conversar
con el gobierno norteamericano como si
se tratara del salvavidas del socialismo
en Cuba, es una muestra de oportunismo político.
El pueblo cubano, todo,
tiene derecho a ser oído, y así como el régimen despótico reclama ser admitido
por la comunidad internacional incluyendo al archienemigo del norte, en lo
interno a los cubanos de tendencias políticas diversas
les corresponde igual derecho, lo que implica su reconocimiento por las
autoridades y la renuncia a los ataques físicos y verbales de que son víctimas.
La exclusión de los
diferentes es discriminatoria, humillante y constituye una práctica genocida al
condenarlos al aislamiento y la demonización sin tener oportunidad de exponer
sus razones como ciudadanos.
El comunismo, al igual
que el nazi-fascismo, crea enemigos que les sirven como justificación para
reprimir y dominar, lo mismo da que sean judíos o eslavos, demócratas o
capitalistas, intelectuales u homosexuales, el sistema los odia tanto como los necesita,
la sociedad comunista debe estar uniformada, unida alrededor de un líder y su
partido, todos deben pensar igual, sentir igual y actuar como autómatas
obedientes a un centro de mando único.
Si lo anterior es el
modelo de país que quiere Raúl Castro perpetuar, no creo que dure mucho más, ya
ha durado demasiado y a estas alturas el capítulo final de la Revolución cubana
no será siquiera un estallido social, más bien
parecerá un globo que se desinfla con una
bochornosa trompetilla.
Mientras, vemos a los cerdos
invitando a los Hombres a la granja para divertirse y hacer negocios con ellos
a espaldas y a expensas de los demás animales porque, aunque todos son iguales,
hay algunos más iguales que otros. Sobre Cuba se cierra el ciclo de la Granja
Animal.
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