Recién concluyó este jueves en La Habana el VI Congreso de Educación, Orientación y Terapia Sexual, con pronunciamientos de los participantes contra los productos comunicativos peyorativos y discriminatorios hacia las personas por su género, orientación sexual, identidad de género, color de la piel, discapacidad u otra condición humana.
Qué bien, lástima que no se pronunciaron además en contra de los actos de repudio, las campañas difamatorias y los discursos ofensivos y amenazantes contra los que piensan diferente. Parece que estos no formaran parte de la sociedad, algo así como que todos somos iguales, pero algunos, más iguales que otros.
Una sociedad que pretende ser inclusiva debe comenzar por aceptar la libertad de pensamiento, este es el principio del que se derivan todas las demás libertades, o quizás me equivoque y sí está recogida la libertad de pensar en lo que se refiere a, otra condición humana, porque a fin de cuentas, el pensar es una condición humana, más que eso, es la primera condición humana, ya se dijo, “pienso, luego existo”, esto, junto con nuestra capacidad de tener sexo por placer y no solo como impulso natural dirigido a la perpetuación de la especie, es lo que nos diferencia de las demás criaturas.
Entonces, van de la mano; la libertad sexual y la libertad de pensamiento, eso nos hace seres humanos, ni tabúes sexuales ni tabúes ideológicos. El color de la piel o el género no se escogen, se nace con ellos, nos marcan para bien o para mal desde la cuna. La orientación sexual o ideológica, en cambio, son adquiridas, vienen después, influidas por las experiencias y determinadas por el libre albedrío, derecho humano y divino envidia de los ángeles.
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