Si el viejo Nicolás viviera, el poeta, el comunista, tendría que rehacer el conocido poema. A pesar de que el Artículo 43 de la Constitución de la República establece: “El Estado consagra el derecho conquistado por la Revolución de que los ciudadanos, sin distinción de raza, color de la piel, sexo, creencias religiosas, origen nacional y cualquier otra lesiva a la dignidad humana: …-disfrutan de los mismos balnearios, playas, parques, círculos sociales y demás centros de cultura, deportes, recreación y descanso.”
Ahora mismo, en medio de los “cambios”, euforias, persecuciones y frustraciones que aquejan al país de los experimentos socialistas, una joven negra no pudo bañarse en un pedazo de playa de la turística Varadero. Fue expulsada del lugar sin ningún miramiento, por no estar hospedada en el hotel al que de alguna manera le han concedido los derechos sobre el trozo de arena y mar “abierto y solidario” aledaño a la edificación.
¿Qué disposición puede tener más fuerza legal que la propia Constitución? ¿En virtud de qué intereses son conculcados los derechos de los cubanos? ¿Qué nivel de degradación cívica han alcanzado los que establecieron la vergonzante disposición, los que la hacen cumplir y los que la permiten?
Los cubanos son segregados en su propio país, preteridos sin escrúpulos por los mismos autores del discurso demagógico a favor de haitianos o africanos. Es de esperar que esto ocurra, en realidad nada ha cambiado en Cuba, es el mismo perro con el mismo collar y los principios se subordinan a intereses mezquinos y egoístas.
Un día, Raúl Castro, “recién enterado” de la barbaridad, se parará en una tribuna y fustigará y hasta pedirá la cabeza del corrupto cerebro de pollo revolucionario que deja tan mal parada la igualdad socialista.
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