Leo en el “Granma” una entrevista realizada al Doctor Fernando Cañizares Abeledo, abogado de larga trayectoria en la profesión, y el asunto tratado me engancha desde el principio: el Derecho Mercantil en Cuba.
Esta es una materia que junto al tema de los impuestos, da para más que una entrevista, y sin muchas vueltas vemos las razones por las que ambos desaparecieron como instituciones básicas para el desenvolvimiento de relaciones saludables entre personas jurídicas ya fueren nacionales o extranjeras, y entre estas y el Estado.
La temprana tendencia al relajo que caracterizó a la Revolución del 59, y el nivel de egocéntrica improvisación que aquejó al líder máximo desde el mismo inicio, debían conllevar, por necesidad, el desmontaje sistemático e irresponsable de todo cuanto oliera a orden y respeto a las reglas.
El objetivo se logró, en lugar de un Código de Comercio que en cierta medida quedaba obsoleto, se obviaron todas las regulaciones mercantiles como si Cuba fuera un país ajeno al resto del planeta; donde desaparecían por decreto todos los comerciantes nacionales y solo quedaba un único propietario de todos los bienes, fábricas, tierras, medios de transporte, almacenes, y hasta de los hombres y mujeres.
El tener el monopolio del comercio interno y externo, hizo creer al gobernante que a partir de ahí todo podría hacerse según sus caprichos. Alguien dijo que -la base económica determina la superestructura política y jurídica-, en el caso cubano, se pretendió invertir el orden, y la superestructura política y jurídica creada ha aplastado la base económica hasta volverla un ripio.
Las disposiciones sobre inversión extranjera que por mandato de las circunstancias han aparecido, evidencian que para nada se consideran las relaciones comerciales que no sean entre el Estado cubano y capitalistas extranjeros.
Si aceptamos que el Código de Comercio murió de “muerte natural” lo cual está lejos de ser cierto, de igual modo podría decirse que la Constitución de 1976 se mantiene viva con respiración artificial desde su nacimiento, más cuando la vida demostró lo perjudicial que puede ser la mala copia de sistemas extraños.
La Revolución, supuesta fuente de derecho, pretendió demoler la legislación vigente en la época y sobre sus ruinas levantar un edificio de discursos, consignas y dogmas. Aquellos aguaceros trajeron el fango en que está atascado el país.
En realidad la asignatura pendiente es que Cuba se constituya como un estado de derecho y se inserte de una vez en el mundo civilizado, no se trata siquiera de codificar o no determinadas normas, sino de establecer un sistema que deje a un lado los remiendos jurídicos ocasionales producto de situaciones coyunturales y aleatorias.
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