Ganó Maduro, como era de esperar, con o sin trampas, es el
resultado más lógico al contar el candidato oficialista con los petrodólares
para financiar la campaña y el control casi absoluto sobre los medios de
difusión. En la cresta de la ola populista dejada por Chávez y a menos de dos
meses del anuncio de su fallecimiento, la maquinaria socialista se lo jugaba
todo frente a un Capriles en ascenso.
La diferencia entre Chávez y Capriles en los anteriores
comicios (55% vs. 44%), ahora se vio reducida dramáticamente a sólo 200,000 votos
(50,6% vs. 49%), en un país que ronda los 29 millones de habitantes, de ellos
alrededor de 19 millones con derecho al voto.
Los seguidores de Chávez, ahora de Maduro, alegan como
consuelo que al fin y al cabo, el gobernador del estado Miranda ganó la
gubernatura con una diferencia de solo 45,000 votos de ventaja sobre el candidato
del chavismo Elías Jaua.
Si analizamos fríamente los números, los 200,000 votos de
diferencia, legítima o no, entre Maduro y Capriles, equivalen al 6,9 % del
total de habitantes de la república, mientras que los 45,000 que separaron a
Capriles de Jaua corresponden al 14,8% del total de habitantes del estado
Miranda.
Es aritmética simple, sin apasionamientos de derecha o de
izquierda. Si este pírrico triunfo ha sido todo lo que ha podido lograr el
nuevo Presidente de Venezuela, aún a la sombra carismática de Chávez y con
dinero sobrado para comprar voluntades, ¿qué será de él dentro de un año cuando
se le vengan encima las promesas incumplidas, la caída del precio del petróleo,
la corrupción y ambiciones de los camaradas, la inexperiencia, la incultura y
el olvido paulatino del líder desaparecido?, todos los pájaros silbantes de
Sabaneta no van a alcanzar para salvar al flamante líder del socialismo
bolivariano.
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