Erase una vez un país, en que después de muchos sacrificios
materiales y humanos, triunfa una revolución que derroca un régimen
dictatorial. El pueblo confiaba en que al fin se restauraría la democracia;
habría libertades ciudadanas, prensa libre, tripartición de los poderes del
Estado y respeto a la propiedad; serían resueltos los problemas de la tierra,
del desempleo, de la educación y la salud pública.
Pasado más de medio
siglo, el pueblo mira entre asombrado y frustrado que no solo no se han
resuelto los problemas, sino que se han agudizado aún más y han surgido otros
nuevos debido, entre otras cosas, a la ineptitud absoluta de los líderes y el
haber escogido como sistema político económico al experimento más cruel y
prolongado que se haya llevado a cabo en la historia de la humanidad, solo
comparable en crueldad al nazi-fascismo que llevó al mundo al holocausto
mundial.
El socialismo,
versión “light” del comunismo, pervierte
el concepto de humanismo y arrastra a la sociedad a la deshumanización. En este
tipo de sociedad totalitaria, lo más importante no es el ser humano, sino el
líder y sus ideas políticas, en él se cristalizan los símbolos patrios. partido,
patria, líder y estado, se convierten en una misma cosa amorfa, indefinida,
como un dios de muchas cabezas capaz de inspirar miedo, pero no respeto o deseo
de colaborar.
En aras de la
igualdad social, la unidad y la defensa de la soberanía, se violan todos los
derechos universalmente reconocidos; reunión, expresión, asociación,
comunicación, información y propiedad privada. Al líder y a su partido se les guarda
obediencia. Los gobernantes totalitarios no se deben al pueblo, todo lo
contrario, es el pueblo quien debe entregarse en cuerpo y alma a los designios
del gobierno, de lo contrario, se convierte en “el enemigo”.
En estos modelos
de estados fracasados, no se respeta el orden piramidal de: base económica,
orden jurídico, sistema político; sino que el sistema político penetra y
atenaza desde arriba a las otras dos piezas de la estructura social. La
política, en este caso, se convierte en un cáncer que contamina y consume la
vida del país, y como el cáncer, cuando al fin mata al organismo del cual ha
dependido, deja de existir.
El sistema de
economía de mercado ha demostrado que puede salir de las crisis, readaptarse,
superar errores y utilizar las experiencias. Sin embargo, el sistema de
economía centralizada utilizado en los llamados países socialistas, tiene una
única crisis en toda su existencia, pero ya no sale de ella jamás, hasta su
aniquilamiento total.
Vistos estos
elementos de juicio, la separación de los tres poderes del estado no es un
capricho burgués, es una ley que salvaguarda el bienestar de la sociedad. De
igual manera, la producción de riquezas en
cantidades que satisfagan las necesidades siempre crecientes de hombres y
mujeres, solo es posible en un ambiente de libertad, de ahí que no sea casual la
baja productividad en los países con regímenes totalitarios.
El régimen
colonial y esclavista impuesto por las metrópolis europeas en América, provocó
explosiones independentistas con fines económicos en primera instancia. Solo
después vendría el ordenamiento jurídico y los diferentes matices políticos según
los intereses de los vencedores.
El socialismo,
como sistema político económico, no será nunca una solución viable para los
graves problemas que aquejan a la humanidad, porque parte del concepto erróneo
de la incapacidad intrínseca del ser humano para decidir qué camino tomar, sin
la dirección de un partido de vanguardia de carácter absolutista.
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