Sesiona en Cuba el IX Congreso de la Unión de Periodistas
(UPEC), en medio de discursos, compromisos y reiteradas menciones a la
necesidad del “más amplio y sincero
intercambio de opiniones”, al decir del propio Presidente Raúl Castro.
Pero… ¿Están dadas las condiciones en Cuba para que el sueño de un amplio y
sincero intercambio de opiniones deje de ser la pesadilla que vivieron los 75
prisioneros de conciencia de la primavera del año 2003?
Más próximos en el tiempo tenemos los casos del intelectual
Esteban Morales, criticado y sancionado por decir que la corrupción era el peor
enemigo de la revolución; el del pintor Pedro Pablo Oliva, repudiado y
castigado por emitir declaraciones críticas al régimen, el del intelectual
Roberto Zurbano, separado del puesto que ocupaba en la Casa de Las Américas,
por pronunciarse en el diario New York Times sobre el racismo imperante en la
isla, y lo más descollante, el norteamericano Alan Gross fue sancionado a 15
años de prisión por regalar teléfonos con conexión satelital a un grupo de
judíos.
Incluso en un tema en apariencia alejado de la política como
el deporte, la censura que asfixia a la prensa oficial se hace sentir. Si no,
¿porqué no trasmitir por la televisión cubana partidos de béisbol de las
Grandes Ligas norteamericanas, donde se juega la mejor pelota del mundo? ¿Por
qué los periodistas y funcionarios relacionados con este deporte entran en
pánico cuando se les pregunta sobre el tema y se niegan a decir una palabra
sobre el asunto? ¿Por qué no se ha informado en los noticieros deportivos que
Antonio Castro Soto del Valle, acaba de ganar un torneo de golf, deporte cuya
práctica se ha desarrollado en nuestro país sin que los medios de difusión se den
por enterados?
Es evidente que la culpa de que los órganos de prensa no
participen del necesario debate público, no es de los periodistas, el origen de
la auto censura está dado en la redacción de la Carta Magna de la República, y
en incoherencias como atribuir a Martí la idea de crear un partido único, (sólo
a un loco podría ocurrírsele crear dos partidos políticos a la vez). El Partido
Revolucionario Cubano fue fundado para llevar adelante la guerra liberadora, y
este era su único fin; terminada la guerra, sería disuelto para dar paso en la
naciente república, al libre concurso de todas las tendencias políticas
existentes.
La Constitución cubana, sin embargo, declara al Partido
Comunista fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, esto quiere
decir, que las ideas, decisiones y proyectos que no emanen o sean aprobados por
este órgano supra estatal, no merecen ni siquiera ser discutidas, y aunque se
reconoce el derecho de los ciudadanos a la libertad de palabra y prensa, el
mismo se encuentra coartado hasta el punto de convertirse en una caricatura de derecho.
Por el contrario, las ideas que gocen del visto bueno de la dirigencia
histórica del partido, no pueden ser objeto de crítica, bajo la amenaza de ser
considerado enemigo de la patria, de la revolución y del socialismo.
El Código Penal y su apéndice espurio, la Ley 88, penalizan
la publicación o difusión por cualquier medio, de información considerada peligrosa por los órganos de la
seguridad del Estado. En un país donde los gobernantes y su partido quedan
exceptuados del escrutinio público, es cínico pedir el libre ejercicio de la
crítica y el intercambio de opiniones.
Para mantener sus puestos, periodistas y funcionarios
tendrán buen cuidado de dirigir sus críticas al imperialismo, a los disidentes,
a los vendedores por cuenta propia, a los campesinos que no siembran lo que se
les ordena y hasta a la naturaleza, que unas veces porque llueve mucho, y otras
porque no, provoca el incumplimiento de los planes de producción diseñados con
tanto esmero desde el Comité Central.
No hay comentarios:
Publicar un comentario