jueves, 16 de mayo de 2013

Revolución frustrada y destino manifiesto



 Al cumplirse este mes 190 años de la proclamación de la llamada Doctrina Monroe o como mejor se le conoce en Cuba, la doctrina de la fruta madura, merece la pena dedicar unos párrafos a la historia de nuestra patria en este casi par de siglos, y de paso, a las relaciones casi siempre tempestuosas entre esta pequeña isla del Caribe y su vecino del norte.
Por su naturaleza, los Estados Unidos nacieron con un apetito voraz; aquellas trece colonias establecidas gracias a la ambición, coraje, y tesón de sus primeros pobladores, continuó su expansión hacia los cuatro puntos cardinales con el derecho de conquista como bandera. A nuestro pequeño país, para bien unas veces y para mal otras, le tocó en suerte estar aquí, cerquita, como quien dice al alcance de una balsa y un par de remos. De allá vienen los episodios y películas que salvan la televisión cubana, las remesas familiares y los barcos cargados de alimentos con los que se complementa la magra canasta básica. De aquí para allá, van los frustrados, desarrapados y desesperanzados hijos de la revolución cubana. Llegan con una mano alante y la otra atrás, y en poco tiempo ya pueden tirarle un salvavidas a los que se quedaron.
En el siglo XIX, la situación era similar, la metrópoli española tenía el monopolio del comercio de la isla, su tecnología era atrasada y las inquietudes separatistas, anexionistas e independentistas de los criollos, eran el resultado lógico de la actitud tozuda y despótica de los gobernantes. La separación de España y la anexión a la Unión Americana era el sueño de la mayor parte de nuestros próceres posteriormente independentistas. Comerciar con los estados de la Unión, venderles a los americanos el azúcar, el tabaco, el ron, y los demás productos de la pequeña y vigorosa industria nacional, los hubiera convertido en ciudadanos de primera categoría al ser dueños de sus propios destinos.
La Corona Española se mantuvo en sus trece y todos sabemos las consecuencias de tal empecinamiento; tres guerras con su secuela de muertes, destrucción y miseria. Apenas con la llegada del siglo XX la economía cubana, ya ligada estrechamente a la del Norte, comenzó a despegar. Las relaciones comerciales entre Cuba y los Estados Unidos de Norteamérica, eran tan ventajosas en el siglo XIX como podrían serlo en el XXI, de ahí el interés de los actuales gobernantes cubanos de que el país del norte les compre materias primas, les venda tecnología de avanzada, les haga préstamos, e invierta capital. El resultado de tales ventas de tecnologías y financiamiento a un país de economía centralmente planificada, sería el despilfarro de recursos que convertiría a Cuba en el mayor deudor de los Estados Unidos, con lo que se cumpliría aquello del destino manifiesto, Cuba estaría en la órbita de la Unión del Norte como en décadas pasadas estuvo en la órbita de la Unión Soviética.
De hecho, el gobierno cubano, ante su manifiesta incapacidad de elevar la productividad y conseguir crear riquezas, busca afanosamente un mecenas, da lo mismo quien sea, solo que el más sólido y a la vez más próximo, es el archienemigo jurado que de la noche a la mañana, de levantarse el embargo, sería el socio comercial más importante, el dueño, al fin, de la fruta madura, con Castros y comparsa incluidos.
Mira que dar tantas vueltas, pasar tanta hambre y derramar tanta sangre, para encontrarnos donde empezamos; la soberanía en peligro por culpa de una pandilla de irresponsables que prefieren entregarle Cuba al capital extranjero, que permitir a los cubanos ser dueños de sus vidas.

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