Entrenamiento deficiente, falta de equipamiento adecuado,
mala alimentación (los jugadores del antiguo equipo Habana recordarán el
picadillo de cresta de gallo), terrenos en mal estado, campeonato nacional mediocre
con demasiados equipos, mala selección de los jugadores, aislamiento y
desinformación, elitismo en lugar de masividad desde edades tempranas, poca
motivación profesional y demasiada presión política.
No se les puede pedir más a los peloteros cubanos, jugaron
una buena pelota, a su nivel; se enfrentaron a jugadores de 6 pies 6 pulgadas y
240 libras de peso que corren las bases como
corredores de 100 metros planos, tocan la bola con precisión, no cometen
errores mentales solo justificables en las categorías infantiles, y lanzan
hacia el plato rectas de 95 millas por hora sin perder el control.
El nivel a que se juega el béisbol en la actualidad, no
tiene nada que ver con aquellos encuentros memorables en los que el equipo
cubano se enfrentaba a equipos norteamericanos compuestos por jugadores de las
ligas universitarias, o equipos japoneses de las ligas inter fábricas.
El mundo avanza en todos los órdenes, y una exhortación
patriotera no es suficiente para traer un campeonato a casa. En la pelota
también hay que cambiar, y pronto.
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