Publicado en DDC
El
diario “Granma”, en su edición del miércoles 15 de abril, trae un tímido
mensaje de apertura escondido en un artículo dedicado al sistema electoral
cubano. La mención de que -“En el proceso de elecciones a delegados a las
Asambleas Municipales el voto se caracteriza
por ser: libre, igual, secreto, directo, nominal y preferencial (Prieto Valdés y Pérez Hernandez, Cuba)” puede que no llamara la
atención de muchos lectores que prefieren ir directo a la página deportiva o a
la cartelera de la televisión cubana, acostumbrados a que el susodicho órgano
de prensa no diga casi nunca algo digno de ser leído.
Sin embargo, esta vez los
mencionados autores hacen un aporte a la mismísima Constitución de la República
cuando explican por qué el voto es igual, y es que “todo ciudadano tiene
derecho a un solo voto y con igual valor, sin tener en cuenta raza, creencias
religiosas, color de la piel, posición política.”
El texto, aunque
incompleto en mi opinión, está avalado e inspirado a todas luces en el Artículo 42 de la
Constitución cubana, que expresa: “La discriminación por motivo de raza, color
de la piel, sexo, origen nacional, creencias religiosas y cualquier otra lesiva
a la dignidad humana, esta proscrita y es sancionada por la ley.”
La sustitución no
obstante, de “cualquier otra lesiva a la dignidad humana”, por la más
específica “posición política”, llama la atención por ser primera vez que en el
órgano oficial del partido comunista aparece una mención admitiendo que en Cuba
existan diferentes posiciones políticas y sobre todo, que tienen igual valor.
El reconocimiento expreso
por los juristas mencionados de que el pensamiento político cubano no es uno
solo, sino que es rico en su diversidad como en cualquier otro país del globo, es el primer gesto público que podría conducir al
levantamiento del férreo bloqueo a las ideas impuesto desde el año 1959.
Algunos quizás piensen que el gobierno está manipulando un tema tan sensible
para congraciarse con algunos amigos antiguos y nuevos, pero a esta altura
especular con palabras bonitas no parece
inteligente.
Por otra parte, y
arriesgando que me acusen de soñador, iluso y hasta colaboracionista, esto bien
podría ser el antecedente de los futuros cambios anunciados en una Constitución
obsoleta cuyas raíces datan de 1917 y que dejó de ser justificable hace mucho
sobre todo en América Latina, entorno natural en el que Cuba busca insertarse
pero donde la izquierda no es roja del todo sino más bien rosada, respetando de
manera general la economía de mercado y las instituciones democráticas.
En realidad la excepción
al pragmatismo político de la izquierda latinoamericana lo constituye la
Venezuela chavista que tomada de la mano de Castro I dio un salto al abismo en
el cual no parece querer acompañarla Castro II, que cada vez se aleja más de su
antecesor desbaratando como puede el
andamiaje absolutista heredado.
Triana Cordovi en
Economía, Prieto Valdés y Pérez Hernández en Derecho, son por el momento
aisladas voces autorizadas cuyo discurso académico no tiene nada que ver con el
socialismo real defendido a gritos y golpes en Panamá hace unos días.
Toda la sociedad cubana
está en el deber de forzar los cambios necesarios. De la misma forma que según
esos ilustres profesores es igual de válido el voto de los que tienen diferente
posición política, así lo es la candidatura de cualquiera que no profese la fe
comunista.
La discriminación
motivada por razones de ideas políticas es tan lesiva a la dignidad humana como
la discriminación racial y un cambio al respecto en el discurso oficial atemperado
a los tiempos que corren, iría en el camino de sustituir los absurdos odios
ideológicos por la tolerancia y el dialogo civilizado entre todos los cubanos,
por el bien de Cuba.