Publicado en DDC
Aunque
parezca increíble, el modelo económico que pretende imponerse en esta Cuba del
siglo XXI, data de los comienzos del siglo pasado. Su antecedente es la llamada
nueva política económica (NEP), propuesta por Lenin cuando los primeros pasos
del socialismo real eran demasiado tambaleantes y el hambre, eterna compañera
de ese sistema, amenazaba con no dejar
un ruso vivo. Después llegó Stalin y aquello quedó en el olvido.
Lleno de entusiasmo, un
periodista del diario Granma canta loas al líder bolchevique y a su seguidor en
las Antillas, y presenta como algo novedoso lo que no fue más que una medida de
emergencia encaminada a enfrentar errores previos de cualquier modo
consustanciales al sistema y por ende inevitables.
La idea de que el Estado sea el único propietario de
los medios de producción lo convierte de hecho en dueño de los propios
trabajadores. Esta fue una idea que pudo parecerle buena en 1920 a Vladimir
Ilich, pero exhumarla casi cien años después es sencillamente necrofilia. Que
la experiencia estalinista aplicada en
Cuba haya resultado un absoluto fracaso, no valida a la nueva política
económica de Lenin que de nueva no tiene nada.
El Estado ha demostrado
en toda época y lugar ser un pésimo administrador y el asunto va más allá de
posiciones ideológicas, se trata de la corrupción institucional que genera al
estilo de las empresas Aero Caribbean y
Rio Zaza en Cuba, y Petrobras en Brasil, y dejo la lista ahí para no aburrir.
Cuando se dice que el pueblo es propietario de los medios de producción, el administrador de
esos medios se lo cree, y en nombre del pueblo se siente en el derecho de
disponer de ellos a su antojo, generalmente para su propio beneficio o por
simple populismo.
Lo anterior ha sido la
norma, ningún sistema de control por bien concebido que sea puede evitar que el
robo, el soborno, la prevaricación, el cohecho, y demás delitos derivados de la
falta de transparencia del sistema, y la impunidad de los dirigentes, continúen
golpeando la economía y la moral de la sociedad.
En realidad, es tan
engorroso lograr en nuestro país algún resultado económico medianamente
aceptable, que las sustituciones, demociones, truenes y defenestraciones, son
una práctica habitual y aceptada por los administradores y demás dirigentes de
organismos y empresas estatales como obra del destino. Ni siquiera la
posibilidad de ir a prisión logra inhibir a los malversadores y mil cursos de
economía no son suficientes para hacer que funcione lo que nació disfuncional
en 1917.
Las quince repúblicas
soviéticas, la decena de países satélites del este de Europa, la China
comunista, Vietnam y Yugoslavia, tuvieron que sacudirse de encima el sistema de
economía estatal centralizada para salir del subdesarrollo tercermundista en
que se encontraban durante la gloriosa época de la construcción del paraíso en
la tierra. Los países cuyos líderes siguen con empecinamiento las banderas del
marxismo-leninismo (Corea del Norte y Cuba), son ejemplo vivo de lo que no se
debe hacer, ambos países superviven gracias a la ayuda suministrada por amigos
y enemigos capitalistas.
Venezuela, inducida al
socialismo real por el campeón de los planes económicos fracasados, se enfrenta
a su versión andina del periodo especial para tiempos de paz y para no ser
original, culpa del desastre a los
especuladores, a los capitalistas vende patria, a los políticos traidores, al
grupúsculo integrado por el 49% de los venezolanos que no votó por el
socialismo, a la contrarrevolución, a la OEA y por qué no, al imperio del norte
que antes compraba el petróleo caro y ahora lo compra barato.
Da escalofríos que hoy se
plantee como cosa seria, que el pensamiento económico de Lenin, está presente
en la actualización del modelo económico cubano. A falta de nuevas ideas, el
gobernante y su corte prefieren repetir el libreto de más socialismo con todo
el daño que conlleva.
Ni la rectificación de
errores y tendencias negativas, ni la actualización del modelo ni cualquier
otro ensayo que se les ocurra, sin importar que nombre quieran ponerle, van a
resolver el problema principal que es la falta de libertad de las fuerzas
productivas, el aplastamiento de los emprendedores por la maquinaria estatal y
la carencia de liderazgo real de las nuevas generaciones, imposibilitadas de
conocer como se mueve el mundo del siglo XXI y sin facultades para escoger su
futuro por estar atados a un pasado que nunca fue mejor.
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