lunes, 18 de mayo de 2015

La oposición, las leyes y el pueblo.


Publicado en DDC
¿Es suficiente la existencia de leyes democráticas para vivir en democracia? En apariencias, debería bastar la promulgación  de unas cuantas leyes que hicieran olvidar lo antes posible la prolongada etapa dictatorial sufrida; una nueva constitución basada en los Pactos de las Naciones Unidas sobre Derechos Civiles, Políticos, Económicos, Sociales y Culturales, una ley penal ajustada a un estado de derecho, en el cual se respete y proteja la vida, la libertad y la propiedad, leyes civiles que estimulen la inversión y el emprendimiento, y así todos felices en un paraíso legal celebrando elecciones cada cuatro años para elegir a los gobernantes mediante el voto directo sin importar el partido a que pertenezcan.
Pues no, las nuevas leyes no van a convertir de la noche a la mañana las mentes totalitarias e intolerantes en mentes abiertas prestas a escuchar las opiniones ajenas con respeto, aceptar los propios errores y participar del debate sin tener en cuenta los niveles de testosterona que cada cual crea tener o el historial anti lo que sea. No me refiero en este caso a los gobernantes actuales o a los miembros del partido comunista tan dados al despotismo. El caso es más serio de lo que parece porque después de cincuenta y seis años de dictadura comunista, cualquier venido a menos se erige en poseedor de la verdad absoluta y excomulga, decreta, sanciona y excluye a quien se le antoje de futuras e hipotéticas  asambleas constituyentes y gobiernos de transición frutos de su imaginación calenturienta y no de un análisis desapasionado de la realidad.
Hay por ahí  líderes opositores que incurren en  el error de creerse llamados por el destino o los dioses para disponer desde ahora quiénes los acompañarán en la formación de asambleas y gobiernos. Para ser opositores del castrismo son demasiado parecidos en argumentos y poses a los personajes que hemos sufrido por más de cinco décadas.
Si se suma a esta actitud el divorcio entre el discurso opositor y los intereses del ciudadano de a pie, vemos que las perspectivas a corto y mediano plazo para formar partidos políticos viables son pocas, se requiere un cambio en la forma en que la oposición se ve a sí misma, un cambio de arquetipos que los aleje de las tendencias totalitarias heredadas, a la vez que un trabajo de proselitismo entre la población, con programas atractivos en los que se tenga en consideración las necesidades de la gente humilde y no solo los grandes proyectos en los que las mayorías no se ven reflejadas aunque sean aplaudidos en las grandes ciudades del mundo.
Más que de políticos, como diría un colega, la oposición cubana está compuesta de politólogos, estudiosos de la política, conocedores de cada vericueto de la situación cubana por dentro y por fuera, llenos de amores patrios y vacíos de ideas constructivas. La postura de un número importante de opositores se reduce a “los Castro y los comunistas tienen que dejar el poder, tienen que irse”, lo cual no deja espacio para posiciones intermedias ni transiciones pacíficas pues a los Castro y los comunistas por su parte, solo les queda una opción, están renuentes a dejar el poder y mucho menos irse a ninguna parte. 
En realidad el planteamiento de la retirada voluntaria de los gobernantes suena bastante infantil, cuando en realidad lo que hay que exigir al gobierno es el diálogo y la negociación con el fin de encontrar soluciones sin que se produzcan vacíos de poder ni explosiones sociales ni invasiones salvadoras. Aunque cueste admitirlo, la oposición cubana debe madurar como ente político para poder cumplir el papel que le corresponde como factor promotor del cambio.
La ciudadanía está esperando por los líderes que salgan de su propio vecindario, preparar estos líderes es tarea de la oposición pacífica y lo que se haga o no se haga en este sentido es de su absoluta responsabilidad, la dinastía castrista no va a moverse ni un centímetro hacia la democracia si no se le empuja y el empujón tiene que ser desde abajo.


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