Publicado en DDC
Al
fin parió Catana, como diría mi abuela. El día 29 de marzo a las diez de la
mañana me presenté en las oficinas de la Comisión Electoral Municipal de Plaza
de la Revolución, para ver cómo había quedado mi biografía, la misma que
aparecerá junto a mi foto para servir de referencia a los electores de mi
Circunscripción.
Como era de esperar, los
redactores omitieron datos aportados por mí aduciendo que no se habían podido
comprobar, lo cual en todo caso constituye un acto de ocultamiento intencional de
la verdad, asimismo, aparece como un
hecho que mi baja del Ministerio del Interior, organismo al que llegué como
soldado del Servicio Militar Obligatorio, se debió a conducta impropia, lo que
constituye una mentira flagrante y calumniosa, pues fui dado de baja por
solicitud propia cuando se cumplió el termino del reenganche a los cinco años y
medio.
Pero lo mejor son las
referencias a mis actividades como disidente político, a las cuales llaman
actividades contrarrevolucionarias, a las organizaciones de la sociedad civil
con las que tengo vínculos las califican de grupúsculos contrarrevolucionarios,
los artículos de opinión que escribo brindando soluciones al gobierno, son
contrarrevolucionarios y así sucesivamente, entre omisiones, mentiras, verdades
a medias, expresiones de odio e intolerancia dirigidas a predisponer a los
electores contra los que piensan diferente y otras linduras, se completa el
documento digno de haber sido fabricado en el departamento 21 de la Policía
Política.
Soy un producto de mi
época, el hombre nuevo creado por la revolución cubana obligado a ser un fiel
seguidor de hombres viejos. Estudié Derecho en la Universidad para
revolucionarios de La Habana y crecí entre preparaciones combativas, discursos
histéricos y fracasos históricos. Me convertí en disidente leyendo la Edad de
Oro, La Historia me Absolverá y la Declaración Universal de Derechos Humanos.
El Apóstol de nuestra independencia y el Fidel Castro del año 53 la hubieran
pasado muy mal con la Ley 88.
Por esta razón siento una
gran pena por los encargados de dar la cara en una situación tan vergonzosa,
los que pensando defender a la revolución permiten que tras esa palabra se
escuden los que llevan más de medio siglo haciendo daño al país y que bajo la
alfombra de la revolución se esconda toda la basura de planes incumplidos,
errores y horrores cometidos, caprichos dictatoriales y la secuela moral de no
poder disentir jamás, so pena de perder las prebendas.
Ni siquiera el socialismo
fue bien defendido durante el análisis de la versión biográfica redactada al
más puro estilo del Departamento de Seguridad del Estado. Se me dijo que las expresiones descalificatorias no eran
por odio o intolerancia, sino porque aquí rige el socialismo, es decir, la vigencia
en Cuba de este sistema político justifica la ofensa verbal hecha pública a un
candidato a delegado del Poder Popular electo por sus conciudadanos.
El socialismo como
sistema deja mucho que desear, pero con estas defensas a ultranza de la falta
de respeto y el odio al que piensa diferente, cae de la batalla de ideas al
desprestigio de una filosofía que se muestra precisamente carente de ideas. De
la distribución equitativa de las riquezas, origen y centro de la tesis
socialista, se ha derivado hacia el “voy a seguir aquí porque me da la gana, y
no te quejes”. Pudiera ocurrir que por negarse a compartir una mínima cuota de
poder, una porción casi insignificante, el régimen esté arriesgando perder por
soberbia todo vestigio de credibilidad que a estas alturas pueda quedarle dentro y fuera de nuestras fronteras.
De cualquier modo,
agradezco la radicalización (de alguna forma hay que llamarle) de lo que fue
una autobiografía y se convirtió en un
pasquín de “SE BUSCA”. Ahora los electores podrán decidir después de leer unas
pocas líneas, si continúan votando indolentemente por delegados que no los
representan, o por un cambio de mentalidad que los convierta en protagonistas
de su propia historia.
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