Segunda vuelta en las
elecciones del Poder Popular en la Circunscripción #7 del municipio Plaza de la
Revolución. Tranquilidad absoluta, poca afluencia de votantes, ningún curioso,
al fin se toman un descanso los oficiales de la Seguridad del Estado, tampoco
hay prensa nacional o extranjera cubriendo el evento, los nervios están
relajados. Las elecciones municipales vuelven a su rutina.
El fenómeno ocurrido el
domingo 19 de abril dejó experiencias, algunos resquemores, aclaró y definió
posiciones y sobre todo, envió un mensaje a los cubanos de aquí y a los que se
encuentran regados por el mundo, a los gobernantes y a los opositores, al
ciudadano que vive solo de lo que dan el día primero de cada mes por la libreta
de racionamiento, y a los que tienen la dicha de recibir una remesa familiar
porque tienen la desgracia de que un ser querido emigró.
Los cubanos podemos
resolver nuestros asuntos sin esperar por los americanos, no es el embargo o su
levantamiento lo que impide o va a favorecer que en Cuba las cosas mejoren. La
ausencia de diálogo, el odio a las ideas diferentes y la discriminación feroz
contra el que se atreve a expresarlas levanta entre los cubanos un muro más
alto, ancho y largo que cualquier otro muro famoso como el de Berlín o la
mismísima Muralla China.
¿Qué ideas pasaron por
las mentes de los que el día 19 de abril escuchaban expectantes el conteo de
las boletas electorales? ¿De salir electo el candidato no comunista se caería
la Revolución? ¿Vendría una invasión a apoyarlo estableciendo una cabeza de
playa en el Focsa?
La reacción fue exagerada
por parte de los que participaron en el acto de repudio o de reafirmación
revolucionaria como también les llaman, bien pudieron escoger el aplaudir lo
que allí había ocurrido en lugar de ponerse a gritar como energúmenos
repitiendo consignas carentes de sentido que lo mismo podían ser dirigidas en
contra de la Constitución y la Ley Electoral que me dan derecho a elegir y ser
elegido, que en contra de Raúl Castro porque está llamando a las empresas
transnacionales capitalistas a invertir en nuestro país, lo cual significa que
el regreso del capitalismo a Cuba es ya un hecho consumado.
Hay un desfase entre el movimiento
político en las altas esferas del gobierno, y el estancamiento ideológico de la
sociedad que no se ha percatado de que ya no hay amenaza de que nos invadan los
norteamericanos armados hasta los dientes con sus destructores y portaviones,
sino que ahora van a venir en ferris y cruceros vestidos con bermudas, camisas
con palmitas, un daiquiri en una mano y una maraca en la otra.
Bien podría el gobernante
cubano, como gesto de buena voluntad hacia los que pensamos diferente, prohibir
los actos de repudio que tanto dañan la imagen de un pueblo supuestamente culto
y hasta democrático según dicen, y de paso, declarar proscritas las brigadas de
respuesta rápida, fuerzas que operan al margen de la ley y demasiado parecidas
a las utilizadas por Adolfo Hitler y Benito Mussolini en la represión a sus
opositores.
Creo que va llegando el
momento en que los cubanos también nos demos las manos como acaban de hacer en
Panamá Raúl Castro, Presidente de Cuba y Barak Obama, Presidente de los Estados
Unidos de América, que la sonrisa sustituya al improperio y la mano abierta al
puño cerrado. La consecución del bienestar de nuestro pueblo se encuentra por
encima de las ideologías porque a fin de
cuentas ni el socialismo ni el capitalismo son buenos per se y aunque no le
guste a algunos, la condición de cubanos no nos la otorga ni nos la quita
nadie, este problema es de todos.
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