Los representantes del
gobierno cubano en los foros paralelos a la VII Cumbre de las Américas que
tiene lugar en Panamá, se atrincheraron en la negativa al dialogo con los
representantes de la sociedad civil opositora, alegando para ello que no hablan
con mercenarios.
Vale aclarar que el
mercenarismo es un delito reconocido como tal en todo el mundo y consiste en
pertenecer a un grupo armado al servicio de una bandera extranjera. Al respecto,
el Código Penal Cubano plantea en su Artículo 119. 1. “El que, con el fin de
obtener el pago de un sueldo u otro tipo de retribución material, se incorpore
a formaciones militares integradas total o parcialmente por individuos que no
son ciudadanos del Estado en cuyo territorio se proponen actuar, incurre en
sanción de privación de libertad de diez a veinte años o muerte.”
Lo anterior despeja
cualquier duda sobre la acusación maliciosa puesta en boca de algunas personas
integrantes de esa delegación, pero elaborada por los que insisten en mantener
dividido al pueblo cubano en dos bandos, el de los que buscan el desarrollo económico
y el respeto a todos los derechos humanos, y el de los que prefieren el estancamiento y la intolerancia hacia los que piensan
diferente.
Cada una de las denuncias
y propuestas que serían presentadas en el evento por la sociedad civil cubana
opositora del régimen, está avalada por actos de discriminación comprobados
como el racismo institucional existente y la privación de los derechos de
expresión, reunión, asociación y manifestación, lo cual viola flagrantemente el
artículo 42 de la Constitución de la República de Cuba, el que establece que
estos hechos constituyen actos lesivos a la dignidad humana.
En Panamá se enfrentaron el espíritu del dialogo y la apertura a todos de
un lado, y la intolerancia feroz de los que a falta de ideas propias enarbolan
consignas y discursos memorizados para sobrevivir en un medio donde la doble moral
y la simulación constituyen el pan nuestro de cada día.
Las brigadas de respuesta
rápida ahora en su versión exportable y con licencia para golpear, se dieron
gusto por estos días bajo la mirada cómplice de la policía del país anfitrión. No
fueron a Panamá estas personas con el ánimo de buscar la unidad de los cubanos y
la reconstrucción del país, sino con ánimo contencioso, la tarea asignada era
silenciar a los que se atreven a discrepar del régimen. Pretender buscar la
unidad del continente respetando la diversidad, mientras no se respeta la
diversidad dentro de la propia Cuba es una incongruencia cínica.
Los enviados de la
dictadura rehuyeron el dialogo, el debate, la discusión de ideas, no fueron a aprender
cómo funciona en realidad el mundo, sino enseñar a otros la fórmula para lograr
que durante cincuenta y seis años un
pueblo pueda malvivir careciendo de lo más perentorio, incluyendo la libertad,
y justificar que después de más de medio siglo de improperios contra los
capitalistas, se les convoque para remendar lo que queda de Cuba haciendo
borrón y cuenta nueva, como si todo este tiempo de destrucción económica y
moral no significaran nada en absoluto.
En lo que a libertades se
refiere, el gobierno de Raúl Castro ha deslucido ante la opinión pública de las
Américas al convertir las calles de la capital panameña en sucursal de la
Quinta Avenida o la calle Neptuno de La Habana. El debate libre de ideas no
permite las actitudes intolerantes a que están acostumbrados los acólitos del régimen, mientras más golpes dan, menos
ideas tienen, la relación es
inversamente proporcional y los hechos demuestran que las expectativas de la
llamada sociedad civil progubernamental no pasan de ser solo alardes de un
sistema decrépito que hace mucho vio pasar sus mejores tiempos, si es que alguna
vez los hubo.
Que el gobierno cubano muestre
índices de salud y educación positivos, gracias a la ayuda prolongada e
interesada de la desaparecida URSS, no
lo exime de la responsabilidad de permitir el libre flujo de las ideas. La
ratificación de los Pactos Internacionales sobre Derechos Civiles, Políticos y
Económicos no afectaría negativamente esos indicadores, sino todo lo contrario.
La alharaca formada por
la presencia de representantes de la oposición pacifica en la reunión
continental (golpizas incluidas), envia un claro mensaje a los ingenuos de América y el mundo sobre la
naturaleza intolerante del régimen cubano,
el gobierno de Raúl Castro no es un tipo particular de democracia, es el
mismo tipo de dictadura estalinista que asesinó a Trotsky en México el siglo
pasado. El comunismo no cambia su esencia aunque sea del siglo XXI y debemos
usar todos los medios pacíficos posibles para terminar con esta aberración.
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