El espionaje se ha puesto de moda. Ocupación
tan antigua como la prostitución, es,
como esta, celebrado por unos y criticado por otros, según el lado que ocupen
en la ecuación. Héroes, villanos, patriotas o traidores, de todo un poco, de
James Bond a Mata Hari, a veces no se sabe con certeza dónde empieza o termina
la ficción.
En 1953, casi finalizada la Guerra de
Corea, los esposos Ethel y Julius Rosenberg fueron detenidos, enjuiciados y
ejecutados por espiar a favor de la Unión Soviética. Acusados de facilitar
información vital a la potencia extranjera para fabricar la bomba atómica y con
ello, quitar la hegemonía nuclear a los Estados Unidos de Norteamérica, la
patria de la pareja.
Las fuerzas de la izquierda a nivel mundial
lanzaron una campaña en defensa de la inocencia de los esposos que todavía hoy,
a 60 años de los hechos, insisten en sostener a pesar de que en 1990, al publicarse
las memorias de Nikita Kruschev, pudo verse como este alaba al matrimonio por
su “muy significativa ayuda en acelerar la producción de nuestra bomba atómica”.
En 1995, después de terminada la Guerra Fría, investigaciones realizadas
demostraron que en efecto, Julius Rosenberg hizo labor de espionaje a favor de
la Unión Soviética.
Los Rosenberg, o más bien Julius, como todo
espía, sabía lo que arriesgaba y aun así lo hizo. Su esposa fue una víctima de
los odios que se generan por razones políticas e ideológicas y que consumen con
sus llamas a países enteros.
Manning y Snowden, por su parte, no son los
espías clásicos, son reveladores de secretos que han puesto en peligro la
seguridad de su país en un quimérico afán de hacer justicia o en un personal deseo de
venganza a la vez que de satisfacción del ego, sin medir el daño que podrían
causar con su acción. Está bien lo de ir en contra de los poderes establecidos
por defender supuestos principios, pero el que lo hace debe también estar
dispuesto a asumir las consecuencias.
En Cuba se han dado casos de espías que en
algún momento hicieron crisis de fe, uno de ellos, Aspillaga, fue objeto de un
atentado organizado y ejecutado por la
Seguridad del Estado cubana en un país europeo, como represalia por haber hecho
pública una lista de agentes de la Inteligencia destacados en diferentes
países. El otro, Ernesto Borges, ni siquiera llegó a pasar información, solo lo
intentó, y por eso, cumple en estos momentos
30 años de cárcel.
Durante todos los años que lleva Borges en prisión, sus amigos,
familiares y defensores de los derechos civiles, han abogado por el trato justo
al reo, la atención médica y hospitalaria, y el cumplimiento del Reglamento de
Cárceles y Prisiones; de acuerdo con las leyes cubanas, cometió un delito y a
nadie se le ha ocurrido pedir la libertad o reclamar la inocencia del ex
oficial de la Contra Inteligencia.
Para los antinorteamericanos, toda acción que vaya en detrimento de los
Estados Unidos, está justificada; locos,
delincuentes, fanáticos y terroristas, se convierten en héroes para comunistas
frustrados, envidiosos y otras malas hierbas que pueblan el planeta. Para estos
personajes, lo de las Torres Gemelas fue una autoagresión planeada por el
Gobierno norteamericano o un castigo divino, y los que ayudaron con su
información al derribo bestial de las dos aeronaves de Hermanos al Rescate, son
inocentes ciudadanos que querían evitar el
bombardeo del Malecón habanero con peligrosas hojitas de papel.
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